En música, y más aún en música clásica, la forma, en su sentido genérico, designa tanto una estructura musical como una tradición de escritura que permite situar la obra musical en la historia de la evolución de la creación musical. Añadidas a un titulo de una obra, las diferentes formas musicales —sinfonía, concierto, preludio, fantasía, étc. — designan entonces, tanto una estructura que se ha construido a lo largo del tiempo, como un género musical particular, una composición musical que ha evolucionado durante siglos —ópera, danza, etc.. En ambos casos, el concepto de forma alude a la pertenencia a una categoría de obra que posee uno o varios criterios más o menos estrictos propios de una estructura —número de movimientos, arquitectura general, proporciones, etc.— que a lo largo de la historia se han convertido en prototipos, lo que no ha impedido que hayan seguido evolucionando y olvidando a veces los moldes del principio, ya que los compositores trabajan, además de los temas, el ritmo, la melodía y la armonía.
Se habla también de formalismo cuando se hace uso de una cierta técnica de composición —música serial— o de una categoría de obra que respeta un cierto número de usos, teóricos o históricamente inducidos.
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