05/01/11.- Narciso Pichardo se sentaba en las tardes en la plaza de La Pastora con una guitarra para ensayar. Los sonidos de su instrumento le reportaban ganancias de adeptos que se instalaban a su alrededor y observaban el movimiento de sus manos, la agilidad de sus dedos y el rápido desplazamiento por los trastes.
Los valses de Antonio Lauro con su belleza rítmica cautivaron a muchos niños y a sus padres, quienes preguntaron a Pichardo: “¿Usted sería capaz de enseñarnos?”. En la misma plaza se dieron las primeras lecciones. Primero fueron gratis, pero como él mismo dice: “la necesidad tiene cara de perro”, y fue así cómo Pichardo se transformó en maestro, en formador de jóvenes y un personaje pastoreño por excelencia.
Pichardo es hijo de docentes. Su pasión fue la música, lo que no gustó a sus padres, quienes le pedían que se dedicara a algo que le produjera dinero, porque “eso de andar tocando por ahí no deja plata”, según le recordaban siempre.
Sin embargo, la pasión muchas veces vence a la razón, y por ello el Pichardo buscó en el maestro Vicente Emilio Sojo (1887-1974) las luces que le llevarían a la escuela de Antonio Lauro y a la de otros maestros de trayectoria, como Sergio Moreira, quien dedicó su vida a la recolección de piezas clásicas y a la formación de agrupaciones musicales.
Cuando el dinero escaseó no le quedó otro recurso que abrir su escuela en la plaza, bajo la presencia de la iglesia colonial, a la espalda de la estatua de José Félix Ribas y bajo el cobijo de árboles centenarios que guardaron los recuerdos de comparsas y misas de aguinaldos de la Caracas de los techos rojos.
Niños y adultos se congregaban, tarde a tarde, alrededor de algunos de los bancos. Ya Pichardo llevaba no sólo la guitarra de sus primeros tiempos, sino también las tamboras, algún furruco, un güiro, varios cuatros de su propiedad y las canciones tradicionales de Navidad.
Fue así como cantaron en las madrugadas de patinadores en aquellas misas que los más viejos recuerdan con nostalgia decembrina. Ya, más adelante, algunas familias prestaron sus casas para las clases en grupos y para los ensayos de las parrandas.
SU MEJOR MISIÓN
Hay algo que conmueve a este músico ya entrado en años. Su recuerdo de La Pastora de su infancia y su juventud no es ni parecido a lo que es hoy su parroquia. La droga y la delincuencia fueron infestando a los muchachos, y los efectos se han presentado paulatinamente en las familias y en la sociedad. Sin embargo, cree firmemente que su labor ha sido fructífera y que centenares o miles de estos muchachos se salvaron cuando consiguieron en la música una vía de escape a esa vida cargada de vicios.“Mire, por aquí han pasado miles de muchachos. Muchos de ellos ahora son piezas clave de las orquestas del país y del exterior. Yo mismo, cuando veo que un niño tiene cualidades, hablo con sus representantes y los remito al sistema de orquestas infantiles y juveniles. Conozco de alumnos que están en Europa viviendo de la música y aquí mismo, en Venezuela, hay innumerables hombres y muchachos que nacieron aquí y se han proyectado como buenos ejecutantes de diferentes instrumentos”, dice.
Habla con pasión de sus métodos de enseñanza. Considera clave la aplicación de la sicopedagogía y la participación de los padres en ese proceso.
“Aquí enseñamos lenguaje musical, teoría y solfeo; pero, en primer lugar, el alumno comienza por aprender a tocar el instrumento con un cifrado musical que le ahorra tiempo a la hora de participar en los grupos. Tenemos que hacerlo así, porque si empezamos por la teoría se fastidian y se van. Necesitamos mantenerlos en la música, que conozcan las tradiciones venezolanas y que se la apropien. Es necesario que se mantengan aquí y que eviten perderse en ese ambiente de vicios que los rodea”, explica.
LA FUNDACIÓN NARCISO PICHARDO
Como todo, Pichardo evolucionó en sus clases, y cuando el sacerdote Jorge Ramírez lo conoció y apreció el trabajo que realizaba en la comunidad, le ofreció un espacio dentro de la iglesia, donde pudiera dictar sus clases, ensayar y tener un punto de referencia.Los padres de los muchachos acogieron la idea con beneplácito y decidieron formar con él una fundación con su nombre, para permitirle mayor soltura legal y una figura que afianzara el movimiento cultural nacido en esa plaza de La Pastora.
De allí en adelante han surgido infinidad de agrupaciones. Se imparten clases a niños, jóvenes y adultos, incluyendo a los de la tercera edad, muchos de los cuales no tuvieron en su juventud y adultez la oportunidad de interpretar sus canciones preferidas acompañados de un cuatro o una guitarra.
Pero ahora el espacio es pequeño. El salón prestado por la iglesia no cubre las expectativas. Está deteriorado y desde hace mucho tiempo espera por unos arreglos que no se culminaron cuando refaccionaron la iglesia y causaron unas anomalías en el techo, las cuales permiten el paso del agua en días lluviosos.
Ya los pastoreños consideran a Pichardo una institución. Quisieran que la escuela tuviese sede propia y que la música tradicional, que por muchos años alegró a esas calles, se mantenga en el alma de los nuevos habitantes para ser interpretada con nuevos bríos y nuevos músicos.
Igor García/Ciudad CCS
FUENTE: www.ciudadccs.info.ve
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